sábado, 11 de septiembre de 2010

LA CIUDAD DE LOS LOCALES CERRADOS

Es la nuestra pero hay otras muchas en la geografía insular canaria a las que se podría definir de esa manera. La depresión que las fue engullendo. Abocadas al cierre centenares de pequeños, medianos y también grandes establecimientos. Cerraron sus puertas por imposibilidad física de subsistir: para muchos, incluso, adiós a su medio de vida, el que habían determinado en algún momento de su existencia.

Hay más causas, por supuesto: muchas limitaciones a la hora de competir, una actitud en exceso acomodaticia, demasiados comercios con la misma actividad, falta de atractivos ornamentales o similares, escasa propensión a las innovaciones, importe de alquileres muy elevados, visión alicorta del asociacionismo y de la promoción… La menor afluencia de turistas y la aparición de otras fórmulas comerciales, como las grandes superficies que modificaron sustancialmente los hábitos de los consumidores, han sido también factores de peso en esta crisis, en la proliferación de los locales cerrados.

Llaman la atención los cierres de locales en avenidas o calles céntricas. Ni siquiera una ubicación aventajada les libró de esta especie de plaga. Es que ni algunas oficinas bancarias han resistido. Entonces, al palidecer la actividad, al abundar los locales vacíos, la realidad de la crisis se ha hecho mucho más visible.

Y es que, en efecto, muchos miden la pujanza o la dinámica de una ciudad por su movimiento comercial. Cuando éste decrece, casi todo se resiente, la ciudad lo acusa.

Por supuesto que ha habido intentos de revitalización, esas iniciativas o campañas de relanzamiento y esos estudios multidisciplinares hechos por gabinetes y consultoras que, tras un trabajo de campo, diagnostican una realidad oscura y proponen unas alternativas que, por elevados presupuestos, son difícilmente viables. En algunos casos, son auténticas transformaciones urbanas, una auténtica utopía. Los estudios, entonces, duermen el sueño de los imposibles.

Será difícil la recuperación. Si en épocas de consumismo exagerado o de bonanza económica, ya se escuchaban las primeras quejas y ya empezaba a contagiarse un ánimo pesimista y escéptico, ahora, en plenas vacas flacas, es complicado encontrar las soluciones y aún más, en caso de que existan, aplicarlas.

Tendrán que esmerarse los agentes sociales, las administraciones públicas (que no están para asumir más paternalismos pero sí para crear las condiciones apropiadas donde desarrollar cualquier actividad económicas) las organizaciones políticas y empresariales. Algo tendrán que decir y ofertar, después de todas estas experiencias y de tantos estudios técnicos. Tendrán que replantearse las inmobiliarias y los propietarios las cuestiones de arrendamientos y alquileres (en el caso del Puerto de la Cruz, es una cuestión primordial). Las circunstancias han cambiado muchísimo y obligan a reconsiderar ideas de la amortización breve o del enriquecimiento fácil o de las apelaciones sentimentales para comprar.

Es uno de los grandes retos de la próxima década. Reto con todas las consecuencias. Seamos conscientes.


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