miércoles, 25 de agosto de 2010

47 HORAS Y 15 MINUTOS

Aquel era el título de una canción: 19 días y 500 noches. Lo que tardó Joaquín Sabina en olvidar a una amada. Pero este otro registro tiene un carácter distinto: 47 horas y 15 minutos. Es lo que tarda una mujer en revelar un secreto que le hayan confiado.
Así figura en las conclusiones de una encuesta hecha por un instituto británico con tres mil mujeres consultadas. Los datos señalan que el cincuenta por cinto de las personas que reciben una información digamos confidecial o reservada, terminan revelándola. Según el sondeo, normalmente las mujeres confiesan el secreto a sus parejas.
O sea, que extrapolando los datos, pues no deben ser muy diferentes de realizarse la consulta en nuestro país o en nuestra Comunidad, todas aquellas cautelas y prevenciones, cuando con sigilo y en voz baja, te desvelaban alguna información y te pedían que prometieses o jurases que no lo dirías a nadie, apenas sirven; cuando, entre bromas y veras, te advertían que lo que iba a decirse en voz alta no debía salir de la isla y luego traspasaba con creces el territorio, nos encontramos con que guardar un secreto o llevárselo a la tumba es muy difícil. Si no saben hacerlo, es que cuesta hacerlo. No llega a cuarenta y ocho horas, la retención. Se produce entonces el secreto a voces tan socorrido.
Más que reparar de forma simplista en que el dato abona la tesis del cotilleo o de lo chismosas que son la mujeres, parece más interesante valorar un aspecto de la consulta confeccionada por el instituto británico: parece que cuando cuando se transmite o se cuenta un secreto, el hecho afecta a los sentimientos, "sobre todo si es algo malo", precisa el estudio, "en cuyo caso esa información nos genera un problema porque estamos obligados a callar algo que nos sienta mal saber".
Depende, pues, de la naturaleza o del alcance de la información reservada recibida para determinar o controlar la reacción. Los porcentajes apuntados revelan las tendencias. Parece que callar mucho tiempo, no.
Y es que callar, concluye la encuesta, depende de quién sea el protagonista, del morbo que inspire el contenido de la información, la relación misma con la persona que se confiesa, el crédito que pueda merecer y hasta la edad y la personalidad.
En cualquier caso, teniendo en cuenta estas consideraciones, parece que hay que aprender a callar. En otras palabras: hay que ser consecuentes con las peticiones de reserva o secretismo que se puedan hacer en ciertos momentos, supeditadas a concretas circunstancias. Sobre todo, si se quiere acreditar lealtad y confiabilidad.
No es fácil. claro que no.

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