lunes, 19 de julio de 2010

POLICÍA AL TUNTÚN

De modo que no están nada claras las competencias, que todavía no se ha entendido que no es una policía de sustitución, que aún se desconoce si admite o tramita denuncias, que no se sabe si hay sedes de comisarías, que han comprado determinado armamento... y ya la mitad del cuerpo está de vacaciones, dicen que a la espera de completar los trabajos de una comisión integrada por representantes del ministerio del Interior y del Gobierno de Canarias que se encargará, de aquí a septiembre, a esclarecer -nunca mejor dicho- los ámbitos de actuación sin que los componentes propios y los de otros cuerpos de seguridad se superpongan ni entrecrucen. Ahora mismo: la cuadratura del círculo.

En efecto, se conjugan ya en torno a la puesta en marcha de la policía canaria unos cuantos hechos que no sólo deslucen su alumbramiento sino que ponen de relieve la precipitación y el afán propagandístico del capricho que, tal como están las cosas ahora mismo, no sólo no satisface ni a sus promotores ni a nadie, sino que no resuelve absolutamente nada. O sea, ponga usted a funcionar un servicio público que, salvo para fotos, presencia en fiestas populares y alimento de la controversia, es meridianamente inservible.

Eso, en tiempos de penurias, cuando tan apremiada anda la Comunidad -¿para qué reiterar el listado?- es inaceptable. “Nos toman por tontos”, un lugar común que se ha consolidado a base de todas estas cosas hechas al tuntún, sin sentido lógico de la prioridad y materializadas entre improvisaciones y salidas de pata de banco hasta convertir decisiones de la naturaleza de poner en funcionamiento un servicio público casi en una anécdota pintoresca o en un despropósito.

Este infeliz arranque de la policía canaria se ha teñido de sombras que nadie está en condiciones de asegurar si se van a despejar favorablemente. Hay auténticas perlas en ese peculiar contexto: desde el esfuerzo inversor reclamado por el presidente Rivero al Estado -así cualquiera es nacionalista- hasta ese anuncio de las vacaciones de la mitad de personal, aplicadas a los quince días de haber comenzado a trabajar. Una suerte de tocata y fuga, un hecho que, teóricamente, es el que más habría de desconcertar a la gente, aunque ésta no se extraña y abunda en su resignación, sin reparar en que la financiación de los gastos corre a su cuenta.

Entonces, en ese ambiente de indiferencia -a la espera de la dimensión que alcance el malestar de la representación social de los cuerpos de seguridad del Estado; no olvidemos los agravios retributivos- la comisión que habrá de decidir cuáles son los cometidos que tendrá cada una de las policías que operan en el territorio frágil donde todavía no se ha entendido bien que hay otras prioridades y otras demandas sociales que atender, lo tiene francamente complicado porque, entre otras cosas, late la incertidumbre de qué hacer con las policías locales y de si está sembrando las primeras semillas para que el Cuerpo Nacional de Policía o la Guardia Civil abandonen las islas.

Una policía tarda en hacerse. Y necesita desde el principio ganar en seriedad. Aquí no parece que haya muchas fortalezas. Hasta consolidarse, hasta responder con eficacia a las encomiendas que reciba, hasta que las prestaciones merezcan credibilidad y confianza por parte de agentes sociales y ciudadanía, el nuevo cuerpo policial debería acreditar un desempeño solvente que sólo cuaja y se logra con experiencia desde la estructura organizativa y desde el papel público que se le asigne para no quebrantar ni poner en duda el ordenamiento jurídico y las propias garantías del Estado de derecho.

Esta policía, para desgracia de sus promotores y del pueblo canario, ha nacido con mal pie. Tan malo, que el Partido Popular, tan celoso de ciertas esencias, guarda un incomprensible silencio en medio de la singular controversia. Será que prefiere que el socio se “queme” solo...


No hay comentarios: