miércoles, 21 de abril de 2010

SORIANO NO ES INCOMPRENDIDO

Político serio, disciplinado, cabal, Alfonso Soriano quiso poner punto final a su trayectoria política o prestar el último servicio a su partido (PP) aceptando ir en la candidatura al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Su experiencia política habría de servir, claro que sí. Cuando la firma del pacto de gobierno (CC+PP) anticipaba las convulsiones del presente mandato en la institución capitalina, a Soriano le encomendaron la gestión del Patrimonio Histórico. Tras la ruptura y con la reedición de la alianza, el concejal Soriano ha defendido planteamientos favorables a la dignidad política y al ideario de su propia formación. Menos entreguismo, menos claudicación; más coherencia, más sensatez. Por todo ello, se ha ido quedando aislado. Una lástima.
Pero no es un incomprendido Alfonso Soriano. Sin entrar, por supuesto, en los vericuetos de los problemas internos de los grupos políticos (donde las relaciones humanas se van haciendo casi insostenibles, a la vista de zancadillas, envidias, componendas y maniobras), nadie le podrá reprochar un comportamiento díscolo. Al contrario, la discreción y la prudencia han caracterizado su comportamiento 'extramuros'. Si algo ha tenido que decir o hacer, en los órganos, de puertas adentro. Seguro que no le han gustado algunas cosas que han sucedido desde el cese de Llanos, a quien, por cierto, ha defendido públicamente.
Conocimos a Soriano a finales de los setenta, tiempos de la preautonomía. Aún recordamos aquel episodio en el aeropuerto de Los Rodeos, la mañana en que llegaba Adolfo Suárez, ya presidente del Gobierno. Rafael Clavijo, presidente del Cabildo Insular, cogía del brazo a Soriano, le ponía a su lado en la línea de saludo. El decreto regulador del protocolo aún estaba verde y no recogía la figura del presidente de la Junta de Canarias. Alfonso Soriano hizo gala de su temple y de su presencia.
Otra escena: en la comisión de administraciones públicas del Congreso de los Diputados. El periódico "El Mundo" había publicado una sesgada y tendenciosa información sobre altos cargos del Ministerio para las Administraciones Públicas que se desplazaban a Madrid desde Canarias para trabajar. Por las razones que sea de oportunismo político, los representantes de Izquierda Unida (IU) se subieron al carro de las dudas que acarreaba la información y pidieron la comparecencia del ministro Saavedra.
El diputado Soriano estaba allí y fue tajante: "Ya está bien de que se cuestione cualquier desplazamiento de los canarios. ¿Es que de otras regiones peninsulares sí pueden coger el tren u otro medio de locomoción? ¿Es que hasta para venir a trabajar, hemos de pedir permiso y comprensión los canarios?". Soriano hizo aquel día una encendida defensa de la canariedad y ponderó la discreción del ministro, entre otras cosas porque no se estaba haciendo nada ilegal. Los afectados le agredecimos vivamente aquella intervención.
Ahora, en medio del trajín municipal, sufre las inconsecuencias porque no le gustan aquellas situaciones que merman la propia credibilidad de los políticos. Parece que ha estado tentado de devolver el acta y seguir desde su casa los acontecimientos pero se ha contenido. Se dirá que está jubilado o que tiene la vida resuelta pero, precisamente por eso, puede hablar con criterios consecuentes y con análisis basados en la misma experiencia acumulada durante décadas en el núcleo de la política activa. No podía esperarse otra cosa.
El "pecado" principal es defender a su partido. Qué paradoja, ¿verdad?
Pero es que de los contrasentidos, estimado Alfonso, respetado concejal, en esta política canaria no se libra nadie.

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