lunes, 1 de febrero de 2010

COMUNICAR DESDE HAITÍ

La tragedia de Haití tiene una dimensión de heroicidad aún sin perspectiva para ser suficientemente ponderada. Están los rescates, los salvamentos in extremis, está la lucha contra el hedor a muerte, está la supervivencia entre el dolor y las carencias... El tráfico de niños abandonados, la última y vergonzante demostración de la miseria humana, una rapiña cruel y reprochable.
Y también está quien ha podido comunicarlo y contarlo. En condiciones muy adversas, como si de una guerra se tratara, acaso con otros peligros y puede que con análogos, pero con riesgos evidentes a partir de la falta de electricidad, de las disfunciones de los enlaces, de la destrucción de centrales y puntos emisores.
Había que contarlo y hay que agradecer la decisión de los enviados especiales que optaron por un escenario dantesco. Allí, en medio del desastre, del desastre inconmensurable, estaban ellos, para cumplir con su deber pero también con la voluntad de ayudar, de contribuir a salvar vidas, a buscar cadáveres, a encontrar familares, parientes o amigos.
Y allí, en medio del desastre, el ingenio para transmitir. Lo que se veía, lo que se palpaba: la fuente principal. Las otras, las que se presupone debía aportar el Gobierno, sencillamente, no existían. No tenía tiempo, calma ni recursos para ofrecer una información mínimamente rigurosa.
Sin luz, sin teléfono, sin Internet... horas y días sin saber cómo hacer llegar al mundo la realidad más inmediata de la catástrofe. A la espera de que las comunicaciones con el exterior quedaran restablecidas, a la espera de un alma que regresara con prontitud o enlazara con otro país y estuviera dispuesta a llevar alguna grabación, algún material, de nuevo hubo que ingeniárselas para contar el suceso.
Así ha surgido el 'sms', el mensaje corto -o menos corto- enviado desde el móvil siquiera para confirmar que seguían allí y contar, a cuentagotas, en pocas palabras, la última hora de la tragedia, como fórmula, como recurso, como 'paloma mensajera' que transportaba lo esencial.
Entre esos enviados especiales y entre esos recursos, surge el nombre de un canario: Nicolás Castellano, la voz de la cadena SER en la devastada Haití. Quienes le conocemos, quienes sabemos de su trayectoria profesional, labrada en las arenas de la emigración, de la irregular y de la que no lo es, estamos al tanto de su espíritu solidario y de su compromiso periodístico.
La voz de 'Nico' ha alternado con los 'sms', como antes alternó con los llantos o los sollozos de quienes llegaban a tierra canaria después de la aventura de la patera. El se sabe muy bien esas rutas y ha acumulado testimonios de inmigrantes africanos que han contado su peripecia y de familiares que le imploraron alguna gestión para la búsqueda y localización de los que surcaron el Atlántico en busca de la Europa prometida.
Nicolás Castellano ha estado en Haití. Hemos seguido sus crónicas, alguna de ellas con el acento inconfundible de la angustia de querer contar una tragedia mientras faltan las palabras. Cuando la conexión telefónica falló, empleó el 'sms' y su voz siguió latente.
Ahora, tras esta experiencia, que ha servido para 'doctorarse', el libro, 'Nico'. El libro en el que, con sosiego y con el necesario y mínimo sentido de perspectiva, cuentes la tragedia y todas las tribulaciones para referirla con la inmediatez que exige la radio.
Lo esperamos 'Nico'.

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