lunes, 2 de noviembre de 2009

MEJOR DISOLVERLA

Lo que iba a ser una investigación quedó en estudio y ya ven cómo resultó la primera entrega (decir lección hubiera parecido hiriente). La nunca bien ponderada comisión parlamentaria creada para saber qué pasa o qué se hace con los niños desaparecidos en Canarias se estrenó con uno de esos patinazos que se harán tristemente célebres y que evidenciaron la condición de partiquino del diputado Fernando Figuereo (PP): el anuncio de una tercera desaparición, hecho de forma negligente y sin contrastar tras la información aportada por una criminóloga y perito judicial también convocada por la comisión de marras.

Pero el partiquino Figuereo no se había conformado con el papel asignado -en el fondo, un marrón- y acaso llevado por un ataque de ansiedad mediática proclive a la notoriedad, quebró uno de los propósitos que, teóricamente, los promotores de la comisión se habían encargado de airear a modo de justificación: nada de alardes, nada de alarmas, aquí se viene a estudiar y hay, además, un grado de secretismo que debemos preservar, dada la naturaleza de los casos.

Pero la tentación es muy alta, de modo que, hecho el anuncio, desencadenado el desastre, mitigado por el reconocimiento del error en la información suministrada por una de las partes. Pero los daños, directos y colaterales, ya estaban hechos. La Delegación del Gobierno, en el más natural y comedido de los estilos que se debe emplear en estos casos, negó la existencia de la tercera desaparición y tachó de irresponsabilidad lo ocurrido.

Que no es de extrañar, por cierto, En esta tierra, tan dada a la exageración, donde la crisis encuentra una válvula de escape en el dolor ajeno, en el drama de los demás, aderezados con dosis de morbo administradas sin rubor y sin límite por algunos medios de comunicación, se veía venir este sol para llover, se barruntaba que era una infeliz iniciativa residenciar en vía parlamentaria los sucesos de las desapariciones de niños, en otras palabras, sus señorías estudiando -e investigando, porque de algo han de servir los testimonios de las personas convocadas- luctuosos casos cuya incertidumbre o su irresolución son causa más que suficiente para no hurgar y para que trabajen en ellos quienes tienen que hacerlo.

En suma, una comisión inapropiada, en marco y en funciones, como vaticinamos algunos. Ni la rectificación del estudio por la investigación, para sostenella y no enmendalla, ha valido. Esta vez ni siquiera podrán echar la culpa a los socialistas, acertados con su ausencia. Y el partiquino Figuereo no es el responsable en exclusiva. Tras el dislate, no obstante, ya está pidiendo otro papel. Y con la comisión, con tales antecedentes, lo mejor es disolverla.

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