martes, 20 de octubre de 2009

LA COLA NUESTRA DE CADA DÍA

Colas de hasta veinticuatro kilómetros en la autovía del norte de Gran Canaria que enlaza Gáldar con la capital de la isla. Hay obras de desdoblamiento.
Colas de unos cuantos kilómetros en la autopista del norte de Tenerife, todos los días, a partir de las siete de la mañana. No hay obras. Las que se ejecutaron en su día (rotonda y distribuidor del padre Anchieta, entrada a La Laguna) se han revelado como totalmente insuficientes.
Los conductores se desesperan. Los brazos sufren con la caja de cambios. Cambios de emisora para quienes se refugian en la radio. Llamadas desde el móvil anunciando el enésimo retraso. La entrada a los trabajos, a las clases, a los centros hospitalarios, llegar a tiempo al aeropuerto o a los puertos se convierte en una hazaña.
En Gran Canaria, se supone que, acabadas las obras, terminará el suplicio. Pero en Tenerife norte, lo dicho: no hay obras y el parque automovilístico, por escaso que sea su crecimiento, se lleva por delante la capacidad de absorción de la carretera, tan complicada desde las incorporaciones del margen derecho, salidas de las localidades allí situadas.
Es el atasco constante, el mismo que ya aburre a los profesionales radiofónicos del turno matinal cuando les toca informar del estado de las vías insulares.
Y no hay solución. Al contrario: la cosa se agrava con el regreso desde la capital y desde el sur a última hora de la tarde y esa subida hacia el norte empieza a resultar desesperante. Los viernes, desde luego, una calamidad.
Y así como en Gran Canaria arrecian las protestas y entidades y agentes sociales llegan a exigir que se trabaje por la noche con el fin de acabar antes, en Tenerife hay resignación. No se protesta, no se alza la voz. Primera y segunda. Primera y segunda con alguna maldición. El mal se prolonga, la cola nuestra de cada día. Y el tren -si es que el tren es la solución- está todavía muy lejos. Tanto que nadie se atreve a urgir su entrada en funcionamiento.

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