sábado, 31 de octubre de 2009

DULCE QUEHACER

La primera cava del chocolate. Esta es la gran novedad del anhelo personal de Teobaldo Méndez ya hecho realidad: abrir establecimientos en las dos capitales insulares. Y en una de ellas, en Las Palmas de Gran Canaria, ha diseñado, proyectado y puesto en funcionamiento, con alardes tecnológicos, esa cava, un auténtico lujo para quienes gusten de lo dulce y del chocolate como si en una bodega de primer nivel se encontrasen.
Teobaldo es el propietario de "El Aderno", una firma de prestigio, originaria de Buenavista del Norte. Se propuso exportar la fama de su variadísima repostería y pastelería y lo ha conseguido. Autodidacta, emprendedor, hecho a sí mismo, con una formación que ha ido enriqueciendo de la mano de afamados pasteleros nacionales y extranjeros.
En plena crisis, y en una tierra tan dada al rechazo, la iniciativa de Teobaldo Méndez es encomiable. Se lanza, propicia una nueva oportunidad, seduce con una producción distinta y supera esas barreras que tan absurdamente han separados a los canarios. Teobaldo lo ha hecho bien, desde la modestia, sumando, superándose. Tiene mérito cualquier empresa de ámbito familiar que va creciendo y se consolida hasta ser identificada siempre con ánimo gratificante. Y mucho más, cuando no se estanca, cuando han criado fama y no se echan a dormir.
"El Aderno", pues, ya no es la firma local, pequeña industria, abierta a todas horas para turistas, excursionistas y gentes de la isla que pasaban por allí y se detienen atraídos por la fama que ha ido generándose y trasmitiéndose boca-oído. Ahora es un nombre prestigioso que se puede disfrutar en las dos capitales canarias.
Víctor Lorenzo, alcalde de Buenavista, acompañaba a Méndez y a su familia en la noche de la apertura en la capital grancanaria. El orgullo de un buenavistero que ha visto de cerca cómo se desarrolla una pequeña industria que ya cuenta con una plantilla estable de profesionales que van exportando a las islas su dulce quehacer. Palabras de satisfacción y de ánimo: qué bien sientan cuando salen de la humildad en plena recesión y en pleno ejercicio de pesimismo.
Qué bien suenan en la atrayente cava del chocolate.

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