sábado, 5 de septiembre de 2009

LA PIEDRA QUE ENCANDILO A DON PACO

Juan Cruz Ruiz retrata en su blog, Mira que te lo tengo dicho, vivencias, episodios y acontecimientos de su existencia. Hace gala de su prodigiosa memoria, incursiona en ese territorio que tanto le apasiona y que caracteriza buena parte de su obra periodística y literaria.
Días pasados, cuando declinaba agosto, Cruz Ruiz refirió aquel empeño de su padre sobre una piedra de considerables dimensiones que semejaba un meteorito y que había descubierto en el barrio de Santa Catalina, en la carretera desde la que se accede al casco de La Guancha.
Juan fue un buen hijo que atendió la solicitud de su padre: aquello, aquella piedra gigantesca era noticia, había que sacarla en el periódico, de modo que el maestro me endosó aquel trabajo, afectuosamente encargado.
Convencí a Enrique Serrano, el fotógrafo, de que podía ser un reportaje interesante, así que nos fuimos en la mañana de un domingo hacia La Guancha, donde nos esperaba don Paco, el padre de Juan. En las cercanías había estacionado el camión que aún conducía. Apenas concedió respiro: empezó a hablar de la piedra como si fuera suya, como si la hubiese adquirido en algún mercado y quisiera exhibirla o acreditarla.
La nota aparecería publicada pocos días después en Diario de Avisos. Don Paco al lado de la piedra, faltaría más, en la mejor pose que captó Serrano entre cuyos incontables negativos, dispersos y desordenados, puede que esté ese documento que Juan ha pedido tantas veces con resultado infructuoso.
En agosto volvió al lugar de los hechos, a reencontrarse con la piedra de don Paco, con el meteorito (sic) de su padre. Hube de guiarle pues no se acordaba. No descubre en su blog, en aquella huella pétrea, si la inmortalizó con esa pequeña cámara fotográfica que suele utilizar en sus salidas, excursiones y momentos íntimos. Pero sí trasluce la emoción que debió significar la admiración que su padre sintió por aquel probable resto volcánico que las máquinas hacedoras de la carretera afloraron y asentaron allí como mudo testigo, vayan ustedes a saber, de alguna eclosión.
Escribe Juan que ya tiene menos brillo el meteorito que su padre lucía y que se había empeñado en publicitarlo para la posteridad. Da igual, maestro, sigue encandilando. Lo importante ha sido redescubrirla, revivir aquel episodio y haber hecho de algo aparentemente tan irrelevante como una piedra grande al borde una carretera de pueblo una vivencia cargada de sentimientos.
La piedra sigue allí, Juanillo. Es probable que nunca encontremos la foto que Serrano le hizo, tu padre junto a ella. Pero sigue allí, indeleble testimonio de que el periodismo también se fabrica con elementos como los descritos y que más de veinte años después aún están vigentes.
Para los que nos apasiona este oficio, al menos.

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