sábado, 1 de agosto de 2009

EL PENITENTE, EN LA MEMORIA

Le llaman El Penitente, una suerte de fondeadero, un desembarcadero, construido durante la dictadura de Primo de Rivera. Hay abundante material gráfico de aquella obra, expuesto de vez en cuando en las convocatorias que se suceden sobre la historia del municipio y su vinculación a la actividad marítimo-pesquera.
Alguna razón debe haber para ese nombre donde se localiza un balcón del litoral portuense, justo al lado de un imponente edificio que acogía el depósito/empaquetado de la firma “Yeoward” y décadas después, la casa consistorial, bautizada por Juan Carlos Castañeda, en una de sus ocurrencias, tras la recuperación de los ayuntamientos democráticos, como “los ecos del Penitente”.
Puede que no haya cumplido con toda la finalidad para la que fue concebido pero el espacio guarda algunos utilitarismos domésticos. Aún hoy atrae a los pescadores de caña que se pasan horas y horas junto a las vallas que un día formaron parte del mobiliario urbano del remozado Martiánez. Durante años sirvió como aparcamientos, rudimentariamente acondicionados sobre aquellas plataformas encintadas de piezas uniformes de roca basáltica. Dos o tres de aquéllas, por cierto, tenían unos huecos rectangulares de cierta profundidad que se empleaban para teñir las redes de los pescadores. Estaban absolutamente desprotegidas y seguro que más de uno cayó en su interior. Al cabo de los años, contrastada su inutilidad, fueron taponadas, aunque este hecho no impidió los respiraderos que se escuchaban cuando el movimiento de las mareas anunciaba alguna alteración climática.
Una de las plataformas tenía trazos poligonales. Allí se jugaron formidables partidos de fútbol. El municipio no tenía instalaciones deportivas y había que jugar donde fuera. El Penitente era el lugar preferido de grandes y chicos. Se jugaba con pelotas de trapo o de papel, sucedáneo de balones o pelotas que llegaron años después. Las hacían los propios contendientes, con un arte y un esmero dignos de encomio.
La demanda de la cancha llegó a ser tal que hubo que hacer sorteos y turnos. Los más chicos jugábamos en horas y fechas que no importunasen a los mayores. En un largo banco, junto a la trasera del empaquetado, quedaban libros, enseres o ropa de baño. Porque los más atrevidos se lanzaban desde el borde del antiguo desembarcadero para seguir nadando hasta San Telmo.
En aquella plataforma poligonal acreditaban su clase balompédica don Jesús “El maestro”, Pepe Torrents, Antonio Galindo, Celestino Padrón, Salvador González, Gilberto Hernández, Boro Acosta, Alvaro Figueroa, Julio Rodríguez, Tomás Real y tantos otros que regateaban de manera inverosímil en una superficie reducidísima. Algunos jugaban hasta descalzos. Eran los antecedentes del fútbol-sala, practicados al aire libre, junto al Atlántico. La pelota caía al mar des vez en cuando, consecuencia de algún despeje ‘in extremis’: suerte dispar, en ocasiones se perdía definitivamente y en otras, el valiente de turno se lanzaba y la recuperaba para seguir jugando.
Había temporadas en blanco para esa cancha, quiere decirse que no se podía jugar porque el espacio era ocupado para otras finalidades. Allí quedaba instalada una carpa del denominado Teatro Popular Español, en donde llegó a actuar, si la memoria no es infiel, la mismísima Mary Carrillo, a quien Dios guarde. Los bachilleres íbamos a los ensayos, por las tardes, y nos colábamos por una rendija de las paredes de lona.
También acogió aquel ambulante Teatro Chino, de Manolita Chen, un espectáculo lúdico-musical que hacía las delicias de quienes deseaban ansiosamente un escapismo sexual aunque sólo fuera siguiendo de cerca las evoluciones de vedettes y actrices ligeras de ropa, que así se decía entonces.
Allí ensayaron las bandas de la Cruz Roja y de otras agrupaciones. Murgas y comparsas, cuando no hacía frío, y en horas prudentes, se preparaban entre la curiosidad de turistas y transeúntes. Allí, la complicidad nocturna invitaba abiertamente a parejas de enamorados.
El Penitente, con su parte adoquinada, junto al antiguo mercado, sobrevivió a la transformación urbanística que significó la construcción de la plaza de Europa. Por eso sigue siendo lugar destacado, con esas historietas domésticas, en la geografía urbana.

No hay comentarios: