sábado, 6 de junio de 2009

"OASIS" SECO

“Oasis”, una de las cafeterías más populares del Puerto de la Cruz, ha cerrado sus puertas. Otra víctima de la crisis.
Cayetano Barreto ha escrito una excelente glosa de la trayectoria de este establecimiento, localizado en una de las vías más céntricas pero cada vez más apagada, a medida que van cerrando locales y centros de producción de distinta actividad allí emplazados.
Y es que Barreto frecuentó ese lugar, como lo hicimos otros periodistas que tuvimos en “Oasis” una especie de redacción alternativa. Allí, en efecto, no sólo hicimos entrevistas y cubrimos ruedas de prensa -convocadas, precisamente, para facilitar el trabajo de los que allí nos concentrabámos- sino que hasta pujamos para transmitir la información.
El local tenía todos los atractivos de una terraza accesible, diáfana, con una zona ajardinada, bien ambientada, muy agradable en cualquier época del año. Justo al lado de la antigua casona de los Reimers. El lugar idóneo para citarse, encontrarse y ultimar cualquier gestión. Heredero de los mejores valores que habían concentrado sus antecesores, las cafeterías del mismo nombre ubicadas en la avenida Colón y en la plaza del Charco. Otto Welsch, el empresario y propietario hasta su fallecimiento, supo interpretar tanto el sentido de la ubicación como del espacio al aire libre.
La cafetería siempre a mano, la más recurrente. El “Oasis” se ha secado. Lástima. Allí se quedan buenos recuerdos, de amigos y de hechos. De anécdotas. Y hasta de algún suceso. Allí celebramos el bautismo de una hija y hasta el primer acto público de una campaña electoral. Durante años los buenos jugadores de dominó libraron allí sus partidas. Desde luego, cuando el periodista, en su glosa, habla de usos múltiples, habla con propiedad y acierta.
“Oasis” vivió momentos de esplendor con las sucesivas ediciones del recuperado Festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza. Con la apertura de la delegación de Diario de Avisos y de una entidad bancaria como vecinos de puerta con puerta. Por allí pulularon, desde primeras horas de la jornada, gentes de toda condición social. Gentes que allí se concentraban para el paso de una procesión. Cortados, vinos, cañas, aperitivos, bocadillos, nutrida carta para almorzar y cenar, bebidas… La música de ejecución humana, incluso algunos ratos de ameno baile los fines de semana, remataban el peculiar estilo de “Oasis”. Sus propietarios lograron ofertar unas cenas de fin de año muy bien consideradas, por cierto.
Todo eso ya es historia. Se secó el “Oasis”.
Uno, la verdad, no quiere incurrir en el pesimismo pero al felicitar a Barreto por su glosa, no he podido evitar la pregunta:
-¿No sientes cómo el Puerto va muriendo poco a poco?

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