lunes, 23 de marzo de 2009

ANÓMALAS E INCÓMODAS

Primera: había decidido inmolarse desde el escaño Carmen Guerra, diputada del Partido Popular por la provincia de Las Palmas, porque acaso no contenta del todo con algunas entregas anteriores de simplonerías y dislates dialécticos, se empeñó en rizar el rizo de las mismas y repitió, como si sus señorías estuvieran necesitadas de un ejercicio de divertimento, que ni ella ni su partido iban a recibir lecciones de corrupción. Ni subido sobre de la silla, aludió en persona al ministro Pérez Rubalcaba. Vaya anomalía para contrastar la credibilidad de la argumentación popular sobre la corrupción en Canarias. Y vaya incomodidad para el grupo parlamentario de la señora Guerra, expuesto sin más al ridículo. La diputada, probablemente, volvió en sí, recuperó la consciencia al terminar el episodio, cuando empezó a recibir palmadas y besos de ¿felicitación? y cuando algún alma caritativa le dijo que repasara el video del rifirrafe o el diario de sesiones de la cámara.
Segunda: había considerado Willy García, director general de RadioTelevisión Canaria, que la única vía de escape de una de esas meteduras de pata que se tornan célebres era el reconocimiento de la misma. Admitió la manipulación de una cifra, fruto de “una acumulación de errores”, y, además de hacer más exitosa la manifestación en contra del puerto de Granadilla, dejó abiertas muchas sombras sobre la propia línea informativa del medio. Si para consignar el probable número de participantes en la manifestación -¿tan difícil era remitirse a las cifras que aportan policía y organización?- se produjo una suma de yerros -no saben contar, sería un chiste fácil; no saben cómo asimilar las consignar y contentar, es más verosímil-, cabe preguntarse qué no pasará con otras informaciones y piezas más gruesas. Vaya anomalía para contrastar la credibilidad del medio. Y vaya incomodidad para el propio director general, empecinado en que los informativos suban la audiencia. ¿Así?
Tercera: había querido dar José Miguel Barragán, portavoz de Coalición Canaria en el Parlamento de Canarias, una vuelta de tuerca a las especialidades de su propia formación política y optó por servir en bandeja a su colega de la oposición una réplica muy fácil: “Pero si no lo digo yo, pero si no somos nosotros los que afirmamos que el de ustedes es un mal gobierno. Es usted quien le da un aprobado ‘raspado’ y encima sugiere cambios”, un suponer de Manuel Marcos. No convencen a Barragán las medidas del ejecutivo para paliar la crisis en el Estado Libre Alocado, por lo que, en vísperas del debate sobre el estado de la nacionalidad -en realidad, tratándose de Canarias, mejor llamarlo el estado de la impunidad- prefirió alegrarlo por su cuenta y riesgo -ya se encargó él a comienzos de la legislatura de escenificar la inutilidad de aquellas conversaciones para la gobernabilidad, consciente de que todo había quedado atad y bien atado- a sabiendas de que no va a trascender mucho más que el almacenamiento en el disco duro de los afectados y ya nos encontraremos en la bajadita. Vaya anomalía, en cualquier caso, para un pacto acostumbrado al aceite de la balsa y vaya incomodidad para el presidente del Gobierno que se apresuró a negar en público los planes de remodelación que otros, entre ellos Barragán, ven inevitable con tal de acabar con esa impresión de mediocridad que ya arrastra el ejecutivo.
En fin, éstas eran las situaciones anómalas e incómodas de una semana que culminaba con uno de esos conejos que saltan de la chistera en momentos más o menos delicados, esta vez de la mano empresarial: la deuda histórica con el Estado. Otra vez el traje del REF -lo rescató ahora Blas Trujillo, como en el pasado lo hiciera Augusto Brito, pero cediendo el estandarte a pactos gubernamentales de distinto signo partidario- y otra vez la discriminación. De nuevo las dudas sobre las condiciones económico-financieras para afrontar la etapa de recesión.
O sea, sin novedad, aún en el debate: Canarias plagada de anomalías e incomodidades.

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