martes, 16 de diciembre de 2008

UNDECIMA PLAGA DE EGIPTO

Es como si hubieran mandado a Canarias la undécima plaga de Egipto.
Perdón por la exageración, por la exagerada extrapolación bíblica, pero a poco que se repase lo acontecido en la comunidad autónoma de nuestras tribulaciones durante la semana pasada, es fácil contrastar las sombras de irracionalidades, contradicciones, estolideces, insensateces y dislates que nos afectan.
Normal, por tanto, el escepticismo, la desazón que embarga a cada vez más amplios sectores ciudadanos. Ni siquiera la ocurrencia de Cristina Tavío, con la oferta de la sede parlamentaria a las agrupaciones murgueras -una de las perlas de esta semana horribilis- mitiga este desasosiego que galopa a medida que se incrementan las cifras de desempleados, de la desaparición de empresas y de las cantidades que reclaman las corporaciones locales. Al revés, el sarcasmo sirve para medir los grados de agotamiento o de falta de imaginación política que la población castiga, por cierto, con absoluta indiferencia, incluidas las veleidades independentistas, que esa es otra. Ya veremos las murgas, cuando les llegue la hora de interpretar el ofrecimiento de este inopinado escenario.
Pero, bueno, en serio, desde los crímenes de Tenerife y Gran Canaria y la muerte descarnada de una drogodependiente en Lanzarote, reflejo de la incomprensión violenta y la incapacidad colectiva e individual para poner fin a lacras sociales que azotan de forma inmisericorde a familias y a la sociedad misma, desde ahí a la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Canarias sobre el concurso para la adjudicación de las licencias de la Televisión Digital Terrestre (TDT), pasando por el rechazo de los grupos parlamentarios que apoyan al Gobierno -y dejan en evidencia a su presidente- a la iniciativa legislativa popular de Ben Magec, resumida en ni una cama más, y la apertura de una embajada entrecomillada en Rabat, puede afirmarse que esto va proa al marisco.
Pero de la impunidad -y de la inmunidad redescubierta- no hay que extrañarse. La prueba es que no ha dimitido nadie, que todo sigue más o menos como estaba antes de que se produjeran estos hechos. Ya estamos acostumbrados y, por tanto, agotada la capacidad de asombro -excepción hecha de la oferta de Cristina Tavío-, a partir de ahí, sólo cabe ir mejorando. ¿O es demasiado pedir?
Con todo, a nuestro juicio, lo más inquietante ha sido leer lo de Mariano Rajoy y lo de Paulino Rivero a cuenta del decurso judicial de unos asuntillos de nada, de escasa monta, que afectan al vicepresidente del Gobierno autónomo -capital Madrid, paradójicamente- y a un concurso público que ha devenido en un auténtico escarnio. Desde luego, sin consignar esa otra sentencia que condena al Ejecutivo a abonar cincuenta millones de euros a un empresario turístico, es evidente que la inestabilidad jurídica, la falta de seguridad en este ámbito se ha contagiado. Así estarán los inversores y los destinatarios de acciones que requieren la bendición aprobatoria del Gobierno de las tribulaciones.
Inquietante es, desde luego, leer que Rajoy pronostique la absolución de Soria en el "caso salmón", aún cuando pudiera albergar fundamentos, siquiera de oídas, los que le suministre el propio Soria quien ya habrá olvidado, por supuesto, aquellas imputaciones de manipulación que atribuía a los socialistas del propio poder judicial y de los cuerpos de seguridad cuando la trama de corrupción en Gran Canaria iba aflorando para sorpresa y vergüenza generalizadas. Y no menos inquietante es que el presidente del Gobierno, Paulino Rivero, afirme que "las cosas de la justicia dan muchas vueltas" a la hora de valorar una sentencia judicial que desmonta otro tinglado de imprevisibles consecuencias, de esos que huelen a cambalache y que tiene especiales resonancias por el ámbito mediático al que afecta. ¿Qué habrá querido decir? ¿Qué la noria gira siempre en una misma dirección? Una curiosidad: a ver cuánto va a costar el encendido terrestre digital. O mejor: ¿se prolongará el apagón? Rondó, rondó José Manuel.
En fin, una suerte de sangre, sudor y lágrimas, muy propia de Canarias, a donde parece haber llegado la undécima plaga de Egipto.

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