lunes, 20 de octubre de 2008

SANTIAGO, EL SECRETARIO

Curioso: él llego al Ayuntamiento justo cuando uno terminaba su primer ciclo municipalista, allá por 1987. La política quiso que nos reencontráramos ocho años después, cuando le tocó lidiar una de las más insólitas censuras que en la vida local canaria han existido. Posteriormente, casi coincidiendo con el cambio de siglo, palpó la alternancia en el poder y hasta fue testigo privilegiado de una derrota histórica del socialismo portuense.
O sea, que desde las tripas de la administración lo ha vivido todo, o casi todo. Porque antes, tras las oposiciones ganadas en Madrid, hay toda una dilatada trayectoria labrada en Telde, en el Cabildo Insular y en Icod de los Vinos. Es de los clásicos, de la vieja escuela de juristas críticos con la moderna producción legislativa pero celosos luego a la hora de aplicarla.
Persona de sólida formación intelectual, de profundas convicciones religiosas, lector empedernido, interesado en el rigor histórico, sensible a cualquier creación artística, funcionario intachable y portuense comprometido.
Hablamos de Santiago Díaz Baeza. El pasado viernes puso punto final a su vida laboral activa. Se fue despacio, como llegó, sin estridencias, sin oropeles. Secretario del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz durante más de veinte años, Santiago era ése, el secretario, el hombre al que todo el mundo acudía, el compañero que todo lo sabía y orientaba la solución, el tecnócrata al que consultar para poner en marcha un expediente y el leal asesor que decía lo que más convenía cuando se le preguntaba.
Discrepamos con él muchísimo, siempre respetuosamente, incluso en los momentos más tirantes cuando hacíamos recíprocamente un ejercicio de destreza en los debates. Santiago fue un exégeta personal de primer nivel. Sólo en una oportunidad, fuera del consistorio, con Nico Mederos como asombrado testigo, estuvimos a punto de traspasar esa delgada línea roja que separaba los pensamientos. No pasó nada.
Citamos el episodio porque los lectores que nos conocen reprobarían el tono elogioso de esta glosa, sabedores de que Santiago y uno discutíamos a menudo, a veces de forma altisonante y que en algún momento la relación fue distante y hasta se rompió temporalmente. Pero muchos también saben que hube de defenderle públicamente ante algún reproche que le hicieron desde otras filas. Traté de hacerle ver que su concepto de mesura y de equilibrio no siempre se cumplía, que su vara de medir no era siempre la misma. La máxima meta que alcancé en esas diferencias dialécticas fue que reconociera que con la izquierda siempre se ha sido más exigente. Por eso, nos advirtió en cierta ocasión de que incurríamos en responsabilidad penal si no respetábamos un artículo de la Ley de Patrimonio. O informaba oportunamente de los incumplimientos en la tramitación de un expediente. Satisfizo saber que, al menos en privado, admitiera que los socialistas le hacíamos más caso.
Sus planteamientos ideológicos, de otra época sin duda, le hicieron permanentemente crítico y extremadamente neutral, hasta el punto de que nunca votó. Pero eso no desvió jamás sus ganas de contribuir al progreso del municipio. A su manera, pero coadyuvaba. Siempre con criterio, siempre con argumentos. Llamaba la atención que en ocasiones su nivel intelectual no se correspondiera con las posiciones que defendía en alguna controversia doméstica.
Santiago, el secretario, fue un probo y leal funcionario. Con uno y con todos los alcaldes a los que ha servido. Si le diera por escribir memorias, nos enteraríamos de episodios inenarrables y de manías de quienes le agobiamos con preocupaciones edilicias. Administrativista relevante, defensor a ultranza de la legalidad, su celo le hizo acreedor del término “peguista” que puso de moda una parte del empresariado y de la derecha local a medida que avanzaba la tramitación de cualquier actuación y que él prefería pulcra en todos los órdenes.
Claro que le ponderamos. Como criticamos frente a frente, y sin intermediarios, algún proceder suyo. Claro que su concurso ha sido vital para entender muchas de las cosas del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz a lo largo de las dos últimas décadas. Como agradecemos las apelaciones a la concordia y al consenso político que destilara cuando las posturas políticas más se enconaban.
Hoy, cuando ya no ocupa su asiento y el pleno de la corporación celebra un pleno extraordinario, es de esperar no que alguien se acuerde de esa valiosa aportación sino que todos expresen de forma unánime su reconocimiento a Santiago, el secretario.

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