martes, 18 de septiembre de 2007

LA PRIMERA VEZ

Recuerda Juan Cruz Ruiz -a quien pueden leer en este blog, en el enlace MIRA QUE TE LO TENGO DICHO- sus comienzos periodísticos en el desaparecido semanario “Aire Libre”, el mismo en el que me inicié -de su mano amiga y magistral desde entonces- con una entrevista -nada menos- hecha a mi compañero de pupitre en el primer curso de bachillerato.
Había en la plaza un cuchitril, con futbolines modernos y máquinas de juego, fácilmente identificables porque sus teclados llevaban la inscripción “Petaco”, que debía ser la marca de la fábrica.
-¡Dale a los “petacos”!-, decían entonces los espectadores para impedir que la bola se perdiese por el agujero central o las aberturas laterales.
Y hasta allí llevé la entrevista, titulada y todo. Bueno: apenas un folio, con preguntas escuetas -entonces no sabía lo que significaba el término- y contestaciones más escuetas todavía.
Juan la miró, la revisó y sonrió. Aún recuerdo aquella sonrisa suya de colegial.
“De modo que quieres ser periodista”, dijo. Envió la entrevista a Santa Cruz y al lunes siguiente salía publicada. Creo que Andrés Carballo, el entrevistado, que jugaba entonces en el infantil Peñón, aún conserva el recorte. Ver la firma, el nombre de uno en el semanario, fue determinante. Fue el primer paso de la que ya se adivinaba como indeclinable vocación. En buena parte materializada -si es que procede- en el ámbito del deporte. Tal es así, que aún hoy emitimos opinión que nos piden en un espacio radiofónico.
Sí, quise ser periodista, desde niño, y quiero ser periodista, porque va en la sangre y en los cinco sentidos. De verdad: no es un retorno a los orígenes ni el empleo de utilitarismos nostálgicos. Con todos los vaivenes que han caracterizado la existencia de uno, prevalecen los valores de aquel primer trabajo aparecido en “Aire Libre”.
Tal es así que aún hoy, cuando se publica un artículo, una glosa o una necrológica, con la firma, con el nombre, experimentamos la misma ilusión, el mismo entusiasmo y el mismo afán de aquella primera vez.
Y de eso hace ya cuarenta y cinco años.
¡Cielos!

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